Era una noche fría. Por encima de sus cabezas, las estrellas clavaban sus destellos en sus pupilas, dando a las miradas un brillo especial. Eran muchos. Una gran fiesta de sábado. La multitud bailaba al ritmo de las vibraciones. Pero el frío se hacia intenso. Tanto, que inevitablemente sus cuerpos se rozaron. Una casualidad, quizás el destino quiso que esa noche fuera diferente. Se miraron, el reflejo de sus miradas respondió a la pregunta retórica que flotaba en el aire. Y sin desperdiciar ni un segundo se unieron en un beso, tan húmedo y cálido, que les trasportó a las selvas tropicales más inauditas e inexploradas.
La atracción les llevó sin darse cuenta al borde de un precipicio, podían sentir tacto del abismo, suave y gélido al mismo tiempo. Escalofríos recorrieron sus cuerpos, pero la atracción fue más fuerte que su sentido común, ávidos de aventuras se lanzaron al vacío sin miedo, ignorando lo que les esperaría al final.
Y fue así como comenzó, una carrera de adrenalina y locura hacia un cielo sin luna.
Las sensaciones fueron aumentando, sus cuerpos entrelazados, no se distinguían apenas en una masa húmeda y agitada. El sumatorio de sus dudas se tornó en el una exaltación de sus sentimientos. Ya nada les conseguiría separar. Se juraron seguir unidos toda la vida. Que esa vez decían la verdad. Felices ignorantes. Su historia era idéntica al resto de historias que se repetían en un bucle a lo largo de esa noche, y de tantas otras noches. Historias que ellos mismo habían vivido no mucho tiempo atrás. Pero el olvido es el tiempo y el tiempo fugaz.
Se sintieron especiales, aun siendo copias reemplazables, despreciables entre la multitud. Su historia terminaría como tantas otras, de la misma manera trágica. ¿Por qué hacerse promesas destinadas a romperse?
La noche se fue. El final llegó, cogiéndoles desprevenidos y, por sorpresa quebró su disfraz de felicidad. Los rayos del sol iluminaron sus cuerpos rotos y desnudos, separados hasta la próxima vez, separados hasta nunca. Abatidos, despertaron de su sueño fugaz. Quizás fue una casualidad y no el destino, después de todo no fue mucho más diferente de las historias anteriores, de otras noches de pasión…
Se fueron, cada uno por su lado, la calle les separaba y eligieron caminos diferentes. El uno decidió explorar nuevos antros, el otro volvería a su casa en busca de otra historia, esta vez verdadera. Historias fraguadas en otros contextos, en otros momentos, y de manera más parsimoniosa.
Al fin y al cabo la vida continuaba, con la misma frecuencia inalterable.
Y a todos los ingenuos que han leído esto, y se han visto reflejados, o han visto clara la historia: volved al mundo y despertad. No es lo que queréis leer, si no lo que está escrito. La pasión, la atracción, no es otra que la fuerza de gravedad, porque esto no es más que la descripción de una noche de lluvia, la historia ….de dos gotas de agua. Como bien decía el título.
besos de lagatija caldeados sobre una roca al sol!